Estamos viviendo el momento más convulso de la historia financiera reciente. Durante los últimos 80 años, ni Europa, en general, ni las economías desarrolladas que la componen, en particular, se habían encontrado tan cerca del abismo como actualmente. Las bolsas de la Unión Europea se desploman y los inversores buscan refugio en los bonos de los países considerados más solventes, provocando unos diferenciales de rentabilidad difícilmente sostenibles.

Y bajo el foco de todos los observadores se encuentra Grecia, sobre la cual todos auguran un default inmediato a pesar de los muchos esfuerzos que se estarían realizando para evitarlo. ¿Por qué es tan relevante la quiebra de Grecia? Para los griegos es bastante evidente: (1) su quiebra supondría su expulsión de los mercados de crédito durante no menos de cinco años, (2) su sistema bancario se hundiría como consecuencia de la pérdida derivada de la tenencia de sus propios bonos soberanos, de la imposibilidad de utilizar estos como colateral para obtener liquidez y de la fuga masiva de depósitos, que ya se está produciendo, (3) los recortes sociales serían mucho más intensos y (4) se agudizaría la recesión actual complicando, aun más, su futuro.

POSIBLE QUIEBRA

Pero para el resto de países europeos la quiebra de Grecia, aunque solamente representa un 1,75% del PIB comunitario, también tendría consecuencias muy negativas, fundamentalmente porque corroboraría que la posibilidad de quiebra es perfectamente factible, incrementando todavía más las primas de riesgo exigidas a los estados con problemas. Si no hemos sido capaces de salvaraGrecia de la quiebra, que sólo representa el 1,75% del producto interior bruto (PIB) de Europa, ¿salvaríamos a Portugal, Italia o España, que son sustancialmente más grandes?

Sin embargo, el que Grecia se declare en quiebra no es, desgraciadamente, el peor de los escenarios. De hecho, a estas alturas es lo más probable. La cuestión es como logramos definir una quiebra ordenada y planificada que elimine la tentación de Grecia de abandonar la moneda única. Sin capacidad para financiarse, con un sistema bancario hundido, y con una importante inestabilidad social, el gobierno de griego poco tendría que perder si abandona el euro, por lo menos a simple vista.

Y digo a simple vista porque las consecuencias serían todavía peores: la devaluación provocaría una brutal inflación (no menos del 70%) que afectaría a las clases más desfavorecidas, la banca probablemente generaría un corralito como el vivido en Argentina en el año 2001 ante la imposibilidad de atender sus deudas en euros, y la fuga de capitales colocaría al país contra las cuerdas.

ABANDONAR EL EURO

Evidentemente, si la quiebra de Grecia ya genera efectos negativos, no quiero contarles qué ocurriría si llegase a abandonar la moneda única. Tal tarea excedería, con mucho, el espacio del que dispongo para escribir el presente artículo. Por ello, permítanme que finalice reclamando la necesaria responsabilidad de nuestros gobernantes. Es absolutamente indispensable más Europa para salir de esta tremenda crisis.Y ello requiere, ineludiblemente, importantes sacrificios por parte de todos.

Los países con problemas deben acelerar las reformas necesarias que otorguen credibilidad sobre su solvencia futura, incluso aceptando la cesión de soberanía en el ámbito fiscal como compensación de los apoyos recibidos. Pero los países líderes,y, especialmente, Alemania deben actuar con visión de futuro de cara a garantizar el mantenimiento de la moneda única. Su pérdida tendría efectos devastadores para toda Europa, incluso para Alemania. Los países del sur somos conscientes de que no lo hemos hecho bien, y estamos intentando corregir los desequilibrios existentes. Ahora, más que nunca, los países del norte deben apoyar este proceso.