Cuando llega la temporada estival procuro dedicar mi tiempo libre a practicar la vela. En compañía de viejos amigos, solemos participar en algunas de las principales regatas que componen el calendario de la zona noroeste de España. El objetivo es sencillo: impulsados por el viento intentamos alcanzar con ventaja la línea de llegada. Aunque los barcos participantes son diferentes, el viento es aproximadamente el mismo para todos. Por tanto, en gran medida es la pericia de la tripulación la que marca las diferencias. Sin embargo, sin viento es absolutamente imposible avanzar y, por tanto, finalizar el recorrido establecido.

Un claro paralelismo a lo descrito nos lo encontramos en el mundo empresarial. Para que las empresas (los barcos) avancen, crezcan y creen empleo es imprescindible que cuenten con la financiación (viento) adecuada a sus planes de desarrollo. Desgraciadamente, en el contexto actual las empresas españolas no disponen de la citada financiación.

La información disponible muestra una elevada destrucción del crédito bancario vivo concedido a empresas desde el inicio de la crisis. Desde marzo del 2009, momento álgido del saldo de crédito en manos de las empresas, el crédito concedido a estas se ha reducido en cerca de 180.000 millones de euros. De hecho, el crédito vivo concedido a las empresas se sitúa en los mismos niveles del año 2006. Y como decía al principio, sin financiación no hay avance, ni crecimiento, ni creación de empleo, ni posibilidad de salir de la crisis.

Resulta absolutamente imprescindible que las empresas españolas reduzcan su dependencia de la financiación bancaria. Esa es la única forma de que los futuros shocks del sistema financiero no provoquen el colapso de toda la economía.

Paralelamente, resulta imprescindible abrir el acceso de las empresas a los mercados de capitales como fuente de financiación complementaria.

A modo de ejemplo, baste decir que el valor de las empresas de Estados Unidos o Gran Bretaña que se financian en sus mercados de capitales suponen, aproximadamente, el 120% de su PIB. En el caso de España, dicho valor es del 65% del PIB. Dicho de otra forma, prácticamente deberíamos de duplicar el tamaño de nuestra bolsa para gozar de una estructura de financiación parecida a la de los países mas avanzados. Por tanto, queda mucho camino por recorrer.

La cuestión ahora es qué medidas debemos impulsar para favorecer el acceso de las empresas a los mercados de capitales. Sin ánimo de ser exhaustivo, se me ocurren algunas. Primero, resulta absolutamente necesario que las empresas ganen tamaño, pues su reducida dimensión en comparación con la de los países del entorno dificulta el acceso al mercado.

Segundo, resulta imprescindible adecuar la regulación que afecta a nuestros mercados de capitales en un doble ámbito. Por un lado, es necesario impulsar los Sistemas Multilaterales de Negociación (SMN), exigiendo un alto grado de eficiencia y agilidad en los autorizados. Actualmente, el acceso a los SMN españoles es más caro y más restrictivo que los implementados en otros países de nuestro entorno. Por otro lado, no parece razonable que inversores españoles (el ICO podría ser un ejemplo) se vean obligados a abrir estructuras de inversión fuera de España ante la imposibilidad de encontrar mecanismos adecuados en el país.

Tercero, es absolutamente necesario mejorar la fiscalidad de las inversiones efectuadas en instrumentos emitidos por pymes. Con una fiscalidad como la actual, sin ventaja alguna con respecto a los grandes emisores, resultará imposible que los inversores acudan a financiar a compañías de tamaño reducido. En este sentido, la administración tiene que entender que bonificar fiscalmente la inversión en estas empresas no es perder recaudación, si no todo lo contrario. Es posibilitar financiación, es alentar el crecimiento, es crear empleo y es, en definitiva, mejorar a medio plazo la recaudación.

Sólo con la ejecución de lo comentado conseguiremos tener unos mercados de capitales que se conviertan en una alternativa eficiente para la financiación de las empresas. Sólo así conseguiremos una bolsa que cumpla con la labor de canalizar el ahorro hacia las empresas que lo demandan, permitiendo una competencia en igualdad de condiciones con países de nuestro entorno.