Desde el año 2010, momento en el que nuestra prima de riesgo empezó a aumentar de forma insostenible, hemos estado jugando una partida realmente peligrosa. Amagábamos con hacer los recortes exigidos por Europa para reducir nuestro déficit público, pero realmente las medidas adoptadas no han tenido la envergadura que se requería: nuestro déficit pasó de niveles del 9,30% sobre el producto interior bruto en el 2010 al 8,90% en el 2011 y, probablemente, estaremos cerca del 7% en el 2012. Eso supone un recorte de tan sólo unos 2,30 puntos del producto interior bruto, lo que representa poco más de un punto porcentual por año.

En esencia, desde el pico máximo del gasto de nuestra administración pública, que se alcanzó en el año 2009, sólo hemos recortado unos 12.000 millones de euros, un 2% del gasto. Osea, muy poco dadas las circunstancias.

Paralelamente, negamos los problemas de nuestro sector financiero y emprendimos reformas poco adecuadas. Actualmente, el problema es de envergadura, contaminando nuestras finanzas públicas como consecuencia de la ligazón entre el balance de la Administración y el del sector bancario.

Para complicar más las cosas, hemos estado transmitiendo la falacia de que ya hemos hecho todo lo que nos tocaba y que, por tanto, ahora le toca a la Unión Europa tomar decisiones para salvar a España y al euro. Nada más lejos de la realidad, pues realmente hemos hecho poco y, en algunos casos, hasta mal. Por ello, tiene cierta lógica que Europa sea reticente a ayudarnos. ¿Estarían dispuestos ustedes a hacerse responsables de la deuda griega o portuguesa? Probablemente no.

En cualquier caso, sí que es justo también reconocer la incapacidad de los líderes europeos para llegar a consensos sobre los temas fundamentales. Su falta de liderazgo y de perspectiva será recordada por generaciones de europeos y, probablemente, incluida en los libros de historia en donde se describa lo ocurrido en los últimos cinco años. Todo ello se ha reflejado en una prima de riesgo en máximos (543 puntos básicos o, lo que es lo mismo, un 5,40% sobre el bono alemán) y una bolsa que muestra increíblemente el peor comportamiento del mundo, con una caída del 21% de su valor. Y parece que nada va a mejorar en las próximas semanas.

Y así, como sin darnos cuenta, la partida ha avanzado poco a poco hasta llegar al punto en el que nos encontramos. Y conforme la partida ha avanzado han ido desapareciendo las diferentes opciones. Ahora ya no parece factible aplicar mecanismos para mutualizar la deuda (Eurobonos, Eurofondo…), pues requerirían de un dilatado plazo para su aprobación y puesta en funcionamiento.

Tampoco parece factible utilizar agresivamente los diferentes mecanismos de financiación de países con problemas (EFSF, ESM, etcétera), entre otras cosas porque, o bien no disponen de recursos suficientes, o bien no están todavía constituidos.

La partida se ha acabado. Probablemente ahora sólo nos queda una opción, a la que siempre se ha opuesto Alemania. Que el Banco Central Europeo compre masivamente deuda de España (y del resto de países con problemas) y que, paralelamente, nos comprometamos a la condicionalidad que hemos venido rechazando, centrada en recortar agresivamente el déficit público y solventar de una vez por todas los problemas de nuestros bancos. En caso contrario, España, y por tanto Europa, deberán afrontar un horizonte muy incierto.

Y, por en medio, justo cuando ustedes se encuentran leyendo este artículo, Grecia vota sobre su futuro. El resultado de las elecciones griegas podría ser el catalizador para que Alemania acepte lo que siempre ha rechazado.

La partida se ha acabado, hemos perdido todos y podemos perder todavía más. El euro, podría ser la única vía para salvar la Unión Monetaria Europea. Confiemos en que el Banco Central Europeo inserte la moneda.

Así de claro. Se acabó la partida y es imprescindible insertar otra moneda para seguir jugando…

Desde el año 2010, momento en el que nuestra prima de riesgo empezó a aumentar de forma insostenible, hemos estado jugando una partida realmente peligrosa. Amagábamos con hacer los recortes exigidos por Europa para reducir nuestro déficit público, pero realmente las medidas adoptadas no han tenido la envergadura que se requería: nuestro déficit pasó de niveles del 9,30% sobre el producto interior bruto en el 2010 al 8,90% en el 2011 y, probablemente, estaremos cerca del 7% en el 2012. Eso supone un recorte de tan sólo unos 2,30 puntos del producto interior bruto, lo que representa poco más de un punto porcentual por año.

En esencia, desde el pico máximo del gasto de nuestra administración pública, que se alcanzó en el año 2009, sólo hemos recortado unos 12.000 millones de euros, un 2% del gasto. Osea, muy poco dadas las circunstancias. Paralelamente, negamos los problemas de nuestro sector financiero y emprendimos reformas poco adecuadas. Actualmente, el problema es de envergadura, contaminando nuestras finanzas públicas como consecuencia de la ligazón entre el balance de la Administración y el del sector bancario.

Para complicar más las cosas, hemos estado transmitiendo la falacia de que ya hemos hecho todo lo que nos tocaba y que, por tanto, ahora le toca a la Unión Europa tomar decisiones para salvar a España y al euro. Nada más lejos de la realidad, pues realmente hemos hecho poco y, en algunos casos, hasta mal. Por ello, tiene cierta lógica que Europa sea reticente a ayudarnos. ¿Estarían dispuestos ustedes a hacerse responsables de la deuda griega o portuguesa? Probablemente no.

En cualquier caso, sí que es justo también reconocer la incapacidad de los líderes europeos para llegar a consensos sobre los temas fundamentales. Su falta de liderazgo y de perspectiva será recordada por generaciones de europeos y, probablemente, incluida en los libros de historia en donde se describa lo ocurrido en los últimos cinco años.

Todo ello se ha reflejado en una prima de riesgo en máximos (543 puntos básicos o, lo que es lo mismo, un 5,40% sobre el bono alemán) y una bolsa que muestra increíblemente el peor comportamiento del mundo, con una caída del 21% de su valor. Y parece que nada va a mejorar en las próximas semanas.

Y así, como sin darnos cuenta, la partida ha avanzado poco a poco hasta llegar al punto en el que nos encontramos. Y conforme la partida ha avanzado han ido desapareciendo las diferentes opciones. Ahora ya no parece factible aplicar mecanismos para mutualizar la deuda (Eurobonos, Eurofondo…), pues requerirían de un dilatado plazo para su aprobación y puesta en funcionamiento.

Tampoco parece factible utilizar agresivamente los diferentes mecanismos de financiación de países con problemas (EFSF, ESM, etcétera), entre otras cosas porque, o bien no disponen de recursos suficientes, o bien no están todavía constituidos.

La partida se ha acabado. Probablemente ahora sólo nos queda una opción, a la que siempre se ha opuesto Alemania. Que el Banco Central Europeo compre masivamente deuda de España (y del resto de países con problemas) y que, paralelamente, nos comprometamos a la condicionalidad que hemos venido rechazando, centrada en recortar agresivamente el déficit público y solventar de una vez por todas los problemas de nuestros bancos. En caso contrario, España, y por tanto Europa, deberán afrontar un horizonte muy incierto.

Y, por en medio, justo cuando ustedes se encuentran leyendo este artículo, Grecia vota sobre su futuro. El resultado de las elecciones griegas podría ser el catalizador para que Alemania acepte lo que siempre ha rechazado. La partida se ha acabado, hemos perdido todos y podemos perder todavía más. El euro, podría ser la única vía para salvar la Unión Monetaria Europea. Confiemos en que el Banco Central Europeo inserte la moneda.