En las últimas ocasiones que tuve la oportunidad de compartir mis reflexiones sobre economía y finanzas con ustedes he ido destacando que existían algunos síntomas que invitaban a un moderado optimismo.

Lógicamente, y como no puede ser de otra forma, dichos síntomas también fueron percibidos por inversores nacionales e internacionales, lo que ha llevado a una franca recuperación de los mercados financieros. En el caso de España, la bolsa ha recuperado un 63% desde los mínimos de Verano de 2012 (+20% en lo que va de año), y la prima de riesgo (diferencia de rentabilidad entre el bono a 10 años español y alemán) se ha reducido en, nada más y nada menos, que 400 puntos básicos. Otros mercados tampoco se han quedado rezagados: durante 2013 la bolsa alemana se ha revalorizado un 19%, la francesa un 17% o la inglesa un 13%.

El innegable esfuerzo que han realizado las empresas y los ciudadanos españoles parece que, aunque de forma muy moderada, empieza a dar sus frutos. En este sentido, llama especialmente la atención la mejoría de nuestra balanza por cuenta corriente, que ha pasado de déficits del 10% del PIB a un ligero superávit, que será cercano al 1% al cierre de este año. Dicho de otra forma, hemos logrado aumentar las exportaciones, vendiendo fuera lo que no estamos vendiendo en el país. Algo parecido ha ocurrido en otros países con problemas, como Irlanda o Portugal, que han impulsado sus exportaciones como mecanismo de salida de la crisis. Sin embargo, en Alemania han mantenido un superávit del entorno del 7%, e incluso en Holanda han aumentado el superávit desde el 7% al 10%, logrando mantener así un débil crecimiento ante la debilidad de su demanda interna.

La competencia en los mercados internacionales es realmente intensa dadas las necesidades de los países periféricos de exportar, necesidades que conviven con las políticas de Alemania y otros países exportadores, que no renuncian a su hegemonía, algo considerado por muchos como poco solidario. Dado que la competencia en los mercados internacionales tiene en el precio uno de sus principales determinantes, durante los últimos meses hemos asistido a una caída bastante generalizada de los precios de los bienes y servicios. Eso es lo que refleja el Índice de Precios al Consumo (IPC) en los diferentes países de Europa, con tasas próximas a cero y, en algunos casos, negativas.

En este contexto, existe un nada despreciable riesgo de deflación en Europa que, conviviendo con un crecimiento muy pobre, supone un nuevo peligro para el conjunto del continente. Así, si el crecimiento es reducido y los precios de los bienes y servicios no aumentan, es difícil que aumenten los beneficios empresariales. Y si existe riesgo de que no aumenten los beneficios empresariales, ¿cómo es posible que los mercados financieros, bolsa y bonos, experimenten la subida comentada?.

La realidad es que la mejoría de la bolsa y de los bonos es consecuencia más de una reducción en la percepción del riesgo por parte de los inversores que de una mejoría de las variables fundamentales. Es decir, los inversores parecen asumir ahora niveles de riesgo que no estaban dispuestos a asumir hace tan solo unos meses.

Si no toda, parte de la explicación podría radicar en la notable liquidez que existe en el sistema. Las políticas económicas aplicadas han recurrido, a uno y otro lado del Atlántico, al impulso de la liquidez como mecanismo para favorecer el crecimiento. Sin embargo, este aumento de la liquidez podría estar contribuyendo a generar una inflación de activos (bolsa y bonos) que podría complicar nuestro horizonte económico.

En el momento actual creo que todavía no es así, pero debemos ser cautelosos para no crear una nueva burbuja que dificulte la salida de la crisis y la recuperación de las economías.

El recorte de 25 puntos básicos en los tipos de interés anunciado por el Banco Central Europeo (BCE) pretende atajar el primer problema comentado: impulsar el crecimiento y huir de la deflación. Sin embargo, también contribuye a alentar el nacimiento de una posible burbuja en los mercados de activos financieros. Modular ambos riesgos no será tarea fácil, constituyendo el gran reto al que nos enfrentamos en los próximos meses.